viernes, 26 de diciembre de 2008

Andrés GONZÁLEZ.

Llavecita





Tanto caminar y tropezarse y de pronto un brillo en el suelo, un ojo de gato, un destello que me llama, me hipnotiza y es una llavecita
y me pregunto qué es lo que abrirá, entonces la meto al bolsillo y ya no camino, voy corriendo a la biblioteca y me sumerjo espeleológicamente en busca de la cerradura que jamás volverá a abrirse si no la encuentro antes de que se quede así para siempre. Como era de esperarse, en los libros se dice mucho sobre muchas cosas; hará falta algo de café y el ceño fruncido, un paquete de cigarrillos bien nuevo, descartar las enciclopedias inútiles o mejor aún, llevarme los libros a la casa y entre humo azul y páginas marcadas, cotejar la forma de la llave con los grabados del siglo XVII o los catálogos de arte y mirar en las manos, los bolsillos, observar detenidamente cada una de las cerraduras y probar la llave si es que hace clic o un clac pero si el caso es que se traba, marcar la página y seguir buscando.

Me doy cuenta de que voy dando vueltas en círculos y que ya había buscado hace un rato en la página doscientos diecisiete del tomo dos, párrafo cinco, figura setenta y nueve y entonces me detengo y pienso mejor la estrategia. Respiro hondo, me pongo de pie y voy por una botella de vino, la abro, tomo una copa y la hago sonar con la llavecita y entonces escucho una voz llamándome desde dentro de una caja. Desde dentro de una caja y pienso dónde he visto esa caja antes y abro los libros aleatoriamente en páginas espontáneas, pero es como apostar la vida y marco las páginas para visitarlas nuevamente si es que acaso no encuentro la caja todavía. Me acuerdo de que tengo una caja bajo la cama, no sé lo que contiene pero la llavecita no sirve y entonces me siento engañado, siento que he perdido todo este tiempo y que siempre tuve esa caja que no me pertenece, pero ya no importa, me deshago de ella y luego miro la llavecita y veo que gira lentamente, con cada giro lanza un resplandor que me muestra tus ojos adormecidos, en una mirada cansada, en un gesto con toques de desidia, anhelo, ansia, ojos rojos. Miro la llavecita mientras gira y veo tu pelo caer en tus hombros, lo miras y suspiras como si no lo quisieras, como si no fuera lo suficientemente bello, entonces te lo tomas en un moño y yo me niego, lo prefiero suelto, libre, sin amo, ni dios, ni cepillos del poder. Te miro largamente en la llavecita, te acaricio la nariz con la punta de mi dedo, te da cosquillas y aprietas los ojos mientras sonríes por primera vez en mucho tiempo y miras a todos lados para saber de quién es el dedo y yo lo escondo y me quedo quieto y en silencio y te dejas caer en tu cama y eres parte del desorden y eres parte de mi mundo. Duermes, te vas, sueñas con un cosmos infinito, sueñas que viajas muy lejos, tal vez huyendo, tal vez buscando. Te mueves en la cama, te revuelcas impaciente. Tus muslos se asoman maliciosos, se divierten imaginando cosas, como una puerta cerrada o la disimulación de la respiración entrecortada o del jadeo inevitable, entonces tu pecho se alborota, me ves a través de la llavecita pero sabes que no puedo tocarte, entonces giras y destellas en cada giro, serpenteas, me provocas, me tientas con tus secretos, girando, girando y te despeinas, echas la cabeza hacia atrás y te olvidas de todo el mundo, ahí detrás de la llavecita, hasta que tus bocas sedientas te despiertan nuevamente.

La llavecita se detiene. La sostengo entre dos dedos enfrente de mis ojos, se ha detenido y yo entorno los ojos serendípicamente y no puedo salir de mi asombro al reconocer el destino de la llavecita, al comprender así, de repente, todo lo que se me ha revelado tan violentamente. Tengo la llave y ya sé qué es lo que abre, pero no puedo ir y abrir así simplemente. Tengo la llavecita. La sostengo entre dos dedos enfrente de mis ojos. Tus muslos se asoman maliciosamente y tengo la llavecita. Me paseo mirando la llave que se ha quedado quieta, te busco en su destello pero ya desapareciste. Si quiero volver a verte es cosa de un clic o un clac. Girar la llavecita lentamente y liberar la cerradura, girarla y echarse al mundo encima. Alzo la copa y tomo de ella para vaciarla y hacer sonar nuevamente la llavecita contra ella. Cierro los ojos y oigo tu voz llamándome, oigo un tango nuevo, tengo la llavecita, clic y cierras, cierras la puerta por dentro.

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