sábado, 4 de abril de 2009

Microrrelato

Maradona por Pablo Toledo

Perfil Suplemento Literatura Domingo 20 de Agosto de 2006, página 3

En 1985, Diego Maradona viaja a la Argentina para jugar un partido de las eliminatorias del Mundial de México:
en pleno auge de su carrera napolitana, jugador estrella de una selección nacional con fuertes chances, cerca del casamiento con su novia de siempre, pero ante todo líder de una corte de lacayos y bufones dedicada a satisfacer cada uno de sus caprichos, decide, dos días antes del partido, escapar de la concentración para ir a comer un asado.
El asado se improvisa en pocos minutos en un campo a 150 km. "El campo" es en realidad un pequeño casco, el galpón de herramientas, corrales: aún no se ha puesto de moda el turismo de estancias, pero el dueño maneja clubes nocturnos y conoce personas dispuestas a pagar bastante dinero por un lugar en el que cual divertirse lejos de miradas indiscretas. En los cuentos de Las mil y una noches, estos lugares eran atendidos por eunucos con la lengua cortada; en la versión pampeana del mito, los peones naces y viven a pocos kilómetros del campo y son leales a la única fuente de trabajo que conocen.
Mientras se cocina la carne, Maradona y su corte visitan los corrales. Detrás de uno de los galpones se encuentran con peones concentrados en un adolescente que hace destrezas con una pelota. Nadie se da cuenta de la presencia del ídolo hasta que aplaude la misma habilidad que ellos admiran. Creen al principio que es un broma o una condescendencia, pero Maradona está en verdad impresionado. Tras el forzoso ritual de vivas y devociones, alguien sugiere que armen un picado. Desde la corte recuerdan que están ahí para escapar de los entrenamientos, pero el mismo Maradona insiste.
Desde el principio queda claro que en la cancha hay sólo dos jugadores: Maradona y el chico se enfrentan, se miden, se adivinan, se disputan, se corren y gambetean y eluden entre sí en una danza que no necesita siquiera de cómplices, sólo de testigos. Con idénticas sonrisas en el rostro, el héroe de la liga italiana y el chico que no participó siquiera en campeonatos regionales saben por primera vez lo que es enfrentarse a un igual. Pero esa situación dura apenas unos minutos. Maradona ve con sorpresa y luego con desesperación cómo, una y otra vez, la pelota se aleja de su pie izquierdo sin que él pueda hacer nada por recuperarla. Cada uno de los intentos se choca con una respuesta insuperable y una resolución elegante que lo hace patear al aire, girar en el vacío, correr en la dirección equivocada, mirar con la boca abierta el gol del adversario.
El partido, que comenzó entre bromas, ahora se juega en silencio, y cuando la frustración termina por superarlo Maradona intenta derribar al chico con una de las barridas que siempre le dedican a él, pero hasta en eso falla. La campana del asado anuncia la comida. En silencio, Maradona se retira de la cancha y tras él los demás jugadores.
El chico, con la pelota firme bajo el pie derecho, los mira desde el área vencedora.
Nadie se atreve a quebrar el silencio, y menos a contradecir a Maradona cuando ordena el regreso a la mitad de la comida. Con un pie en el auto, le dice al dueño de la estancia "felicitalo de mi parte al pibe", y a los cortesanos "vamos, acá no pasó nada". Llegan a la concentración de la Selección nacional a tiempo para la conferencia de prensa de las seis de la tarde.



Pablo Toledo nació en Buenos Aires en 1975. Es periodista, profesor de inglés y estudió Edición en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado cuentos de diversas antologías y su primera novela, Se esconde tras los ojos, obtuvo el premio Clarín en el año 2000.

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