lunes, 7 de septiembre de 2009

JJ Millás

Misterios de la vida



Uno. El mundo se divide entre quienes dan la razón y quienes la quitan. Los cónyuges de los matrimonios viejos se quitan
la razón todo el rato porque están divididos. Pero el mundo se divide también entre aquellos que exigen que se les dé la razón y aquellos a quienes les da igual que se la den o se la quiten. O sea, que hay gente a la que no le gusta discutir.

Dos. En las cenas de los sábados, estás categorías se ponen de manifiesto en el segundo plato. Hay quien afirma o niega las cosas con tal violencia que parece que te está invitando a disentir. Si caes en la trampa y disientes, estás perdido. Mi consejo es que digas que sí a todo, para ahorrar energías. La vida es muy larga y no tenemos ni idea de cuándo las vamos a necesitar.

Tres. Ahora resulta que además del control antidoping, las autoridades deportivas han decidido llevar a cabo una inspección genital para decidir si eres hombre o mujer. La sexualidad, como la política, es una construcción ideológica, de modo que no discutas. Si las autoridades aseguran que eres una mujer, ponte a correr (y a correrte) con las mujeres. Si te dicen que eres hombre, actúa también en consecuencia. No caigas en la trampa de discutir, como esa atleta surafricana empeñada en que es mujer cuando los expertos le están diciendo que es un hombre. Para más inri, la pobre se llama Semenya, un apellido al que le quitas la última sílaba y se queda en Semen.

Cuatro. Estoy tomándome traquilamente el gin tonic de media tarde en mi cafetería de referencia, cuando una mujer me pregunta si soy primo o hermano de Fulano de Tal. Le digo que somos primos y ella dice que habría jurado que somos hermanos, por nuestro parecido. Estoy a punto de reafirmar mi identidad de primo con alguna violencia cuando me doy cuenta de que estamos hablando de categorías arbitrarias, de “constructos” sociales, que diría un pedante, de modo que respondo:
—A lo mejor lleva usted razón y somos hermanos.
—Es lo que yo decía, porque se parecen ustedes muchísimo –dice la mujer, que pertenece evidentemente a la categoría de aquellos a los que les gusta llevar razón.
—Más aún –añado–, a lo mejor somos hermanas.
—¿Cómo dice?
—Fíjese en esa atleta surafricana, Semenya, que ahora resulta que es un hombre.
La mujer se queda un poco desconcertada y se retira a la barra, dejándome solo de nuevo con mi gin tonic, en el caso de que sea un gin tonic, porque ahora que me acuerdo creo que pedí un vodka con limón.

Cinco. Todo esto me recuerda aquel chiste (si se trata de un chiste) en el que un individuo posee un reloj que a veces es de oro y a veces meramente dorado. O sea, un reloj que “tiene días”. Es lo que le pasa al mundo en general, que tiene días.

Seis. Al tiempo que doy el primer sorbo a mi segundo gin tonic, escucho en la mesa de al lado una conversación curiosísima.
—Te digo yo –dice un sujeto trajeado a otro con uniforme de sargento– que cópula viene de copa como rótula viene de rota.
—Y fábula viene de faba, no te jode –dice el sargento.
—¿Qué es una faba? –pregunta el hombre trajeado.
—¿No has comido nunca fabada?
—Sí.
—Pues la faba es su materia prima.
—Eso es como decir que la materia prima de la tortilla es la torti.
—Para ti la perra gorda.
Es evidente que esos dos individuos forman una mezcla explosiva, no ya porque uno sea civil y otro militar, sino porque a los dos les gusta llevar razón y los dos necesitan quitársela al otro. No se entenderán jamás. Se necesitan por eso, porque no se entienden. Misterios de la vida. Por cierto que estoy asegurando que son un sargento y un civil cuando con las nuevas evidencias puestas al descubierto por las autoridades deportivas podrían ser una sargento y un cura de paisano. Por mí, lo que ustedes quieran, no necesito llevar razón ni quitarla.

Siete. Leo con sorpresa que el bronceado artificial da cáncer. Tengo un amigo muy aficionado a los rayos UVA. Lleva años dándoselos. Y además fuma. Pero es uno de esos tipos que detesta dar la razón, por eso quizá está más sano que un roble. Al final, si eres un poco beligerante, te importa un pito lo que digan las autoridades sanitarias y las autoridades deportivas y las autoridades a secas. Para demostrarlo, mi amigo fue ayer a darse una sesión de rayos y se fumó un puro mientras se ponía moreno. A ver quién es capaz de quitarle la razón a alguien que no la tiene.

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