jueves, 17 de septiembre de 2009

Sobre Cuentos - no es un cuento -

Cuentos

Hoy, 15 de septiembre, sale en El País una promoción más acompañando la compra del diario y que consiste en cuentos desplegables para niños. Lo chocante no es desde luego esto porque en promoción de periódicos se ha visto ya prácticamente todo. Lo llamativo es el eslogan con el que se promociona el artículo. Un niño sonriente y medio desafiante mira de frente al lector y le dice "El libro es mío y lo cuento como quiero".

No hay más que hablar. El cuento, dulce instrumento de los padres para dormir o dominar a sus hijos, desaparece también de sus manos.

El cuento no es ya la fantástica historia que el niño espera recibir de sus amables padres sino que ese regalo ya lo tiene conquistado, adquirido o expoliado. Y siendo suyo ya se lo puede comer o contar con los dedos, trastornarlo o romperlo, berrear, no dormir sin dar cuentas (ni cuentos a nadie. Puede, en suma, hacer y deshacer a su antojo como el principio de un hacer y deshacer con el propio cuento de su vida, por pequeña que sea. Todos los cuentos, prácticamente sin excepción, poseían su moraleja que llegaba de la voz de los padres, los maestros o las ayas y al cabo, al cabo del cuento quedaba flotando el mensaje de valor que el niño, embebido en la historia, tragaba como un sorbo espiritual.

Esto también tiende a ser de otro modo. La inoculación de referencias morales través de la literaria farmacología paterna cesa y en su lugar el chico se chuta narrativamente lo que le parece. Es propietario de la sustancia y de su aplicación, de su cualidad y de su orientación bromatológica: "El libro es mío -dice el niño de El País- y lo cuento como quiero".

A continuación, pues, según se constata en esto y aquello, son los chicos y no los adultos quienes ahora nos ponen al día sobre la realidad virtual y la no virtual, el nuevo relato, fantaseado o no, de un mundo en el que, efectivamente, apenas contamos.

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