martes, 16 de agosto de 2011

Las relaciones peligrosas.

Carta IV
El vizconde de Valmont a la marquesa de Merteuil, en París

Las órdenes de vmd, me encantan, y el modo de darlas es más amable aún; haría vmd. amar el despotismo. No es es la primera vez, vmd. lo sabe bien, que siento no ser su esclavo, y porque más que vmd. me llame monstruo, nunca recuerdo sin placer el tiempo en que me honraba con nombres menos duros. Aún suelo desear a menudo volver a merecerlos, y acabar por dar a vmd., al mundo, un ejemplo de constancia. Pero mayores intereses nos llaman; el hacer conquistas es nuestro destino; debemos seguirle; quizá al cabo de la carrera volveremos a encontrarnos; pues, sea dicho sin que os enfade, mi bella marquesa, vmd. me sigue a paso igual, y desde que, separándonos por el bien del mundo, predicamos la fe, cada uno por su lado, me parece que esta misión de amor convierte vmd. más gente que yo. (...). Siendo vmd. depositaria de todos mis secretos, voy a confiarle el proyecto mayor de cuantos he formado en mi vida... ¿Qué me propone vmd.?, seducir a una jovencita que no ha visto ni conoce nada; que, por decirlo así, me sería entregada sin defensa; que el primer homenaje embriagará, y a quien tal vez precipitará antes la curiosidad que el amor. Mil otros pueden lograrlo como yo. No sucede así con la empresa que medito; su logro me asegura tanta gloria como placer. El amor, que prepara mi corona, duda él mismo entre el mirto y el laurel, o más bien los reunirá para honrar mi triunfo. Vmd. misma, mi bella amiga, vmd. misma sentirá un santo respeto y dirá con entusiasmo: 'He aquí el hombre según mi corazón'.

Ya conoce vmd. a la presidenta de Tourvel, su devoción, su amor conyugal y sus principios austeros. Todo eso es lo que me propongo atacar; ése es el enemigo digno de mí; ése es el fin que pretendo conseguir.

De la quinta de..., el 5 de agosto de 17.."

El juego de venganza, seducción, placer, crueldad y perdición ha empezado. La alianza entre el libertino vizconde y la marquesa viuda está a punto de fraguarse y los enredará en una guerra mutua que los precipitará hacia la desgracia. Así es Las amistades peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos (1741-1803), una obra epistolar única de la galantería, la perfidia y el refinamiento de la manipulación a través de la cual sus propios protagonistas se autorretratan carta a carta, para desplegar un juego cuya dicha está en la maldad de destruir las relaciones sentimentales. La novela es el resultado de las frustraciones del escritor y militar De Laclos, y en ella logra crear una geografía del lado oscuro de los impulsos seductores y sexuales humanos más bajos. Y más allá de esta competición establecida entre estos dos amigos, amantes y rivales, De Laclos dispara contra la aristocracia de la época, critica su frivolidad, su inhumanidad y su falta de sensatez que la podría llevar a su declive, como el propio destino que le deparó él en su libro al vizconde de Valmont y a la marquesa de Merteuil.

Volvamos, pues, al París de finales del siglo XVIII, a sus refinadas intrigas palaciegas y soberbia de sus personajes, y a ver qué le contestó la marquesa a vizconde:

"Carta V
La marquesa de Merteuil al vizconde de Valmont

¿Sabe vmd., vizconde, que su carta es sumamente insolente y que tendría yo derecho a enfadarme si quisiera? Pero he visto por ella claramente que había usted perdido la cabeza, y sólo esto le libra de mi indignación. Amiga generosa y sensible, olvido mi propia injuria para no pensar sino en el peligro de vmd., y por más que sea cosa fastidiosa el razonar, cedo a la necesidad que tiene vmd. de ello en este momento. ¡Vmd. tener a la presidenta de Tourveil! ¡Qué capricho tan ridículo! Reconozco con ello la mala cabeza de vmd., que siempre desea justamente lo que cree que no podrá lograr. ¿Qué ve vmd. en esa mujer en suma? (...) Dos mujeres como ésta bastarían para hacerle perder toda reputación. (...) Acaso vencerá usted esta dificultad, pero no se lisonjee de destruirla. Vencerá vmd. al amor de Dios, pero no al temor del diablo; y cuando tenga entre sus brazos a su amada y sienta palpitar su corazón, esté seguro que es de miedo y no de amor. (...)

Sin embargo, tal es el bello objeto por el cual vmd. me desobedece, se entierra en casa de su tía, y renuncia a la empresa más deliciosa, y más capaz de darle honor. Escuche vmd.; le hablo sin enfadarme, pero en este momento estoy tentada de creer que no merece vmd. la reputación que tiene, y sobre todo lo estoy de cesar de hacerle mi confidente. Nunca me acostumbraré a decir mis secretos al amante de la señora de Tourvel.

Sepa vmd., no obstante, que la señorita Volanges ha hecho ya una conquista. El joven Danceny está loco por ella. (...) Le aconsejo que muestre dulzura, porque en este momento nada me costaría dejarle. Estoy segura de que ahora tuviese la buena idea de romper con él, se desesperaría, y nada me divierte más que un amante desesperado. Me llamaría pérfida, y esta palabra me ha dado siempre mucho gusto. Después de la de cruel es la más dulce para el oído de una mujer, y cuesta menos merecerla. Seriamente voy a ocuparme de esta ruptura; vea vmd., sin embargo, de lo que vmd. es causa. Por eso lo echo sobre su concienca. Adiós; recomiéndeme vmd. a las oraciones de su presidenta.

París, 7 de agosto de 17..".

Pobres malvados, maquiavélicos Valmont y marquesa de Merteuil, si supieran que en unas pocas semanas su malsana y feliz alianza se irá transformando en despecho y venganza por el incumplimento de las leyes del cruel juego por parte de uno de ellos, al enamorarse de la víctima. Será Valmont, y la marquesa no lo soportará, y así los dos escribirán su desgracia sentimental y social. Una metáfora de lo que auguraba Pierre De Laclos a la aristocracia francesa si seguía por ese camino de hipocresía, ensalzamiento de las apariencias en un refinado estilo de cartas en las que se desplegaban astutas estrategias en pos de un espúreo trofeo amoroso y sexual. Previeron sortear todos los obstáculos, pero se olvidaron de sí mismos.

Las amistades peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos, de una traducción anónima del francés del siglo XIX, revisada por Gabriel Ferrater (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores).

Imágenes: Fotogramas de la película Las amistades peligrosas, de Stephen Frears (1988), protagonizada por Glenn Close, John Malkovich, Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves, Uma Thurman.