sábado, 7 de abril de 2012

Los dados de Dios (Andy Murmullos)

LOS DADOS DE DIOS.
lunes, enero 28 Publicadas por Andrés Etiquetas: relatos a la/s 11:27 AM 15 murmullo(s)







A ella, que sabe que siempre es para ella.

A veces, aunque no lo creas, Dios juega a los dados. Tiene unos dados raros, el cabrón. Unos dados que sólo él sabe interpretar. Así que nunca sabés si ganaste o no.


Aunque da igual.


La casa siempre gana.


Hace unos días, ella apostó. Y aunque no cree en ningún dios, tal vez salvo en su propio dios.


Como no me está dado saber cual fue el resultado, sólo me atrevo a reflexionar en base a sus expectativas.


Ella cree que Dios, o quienquiera que sea, es un pésimo croupier. Y yo estoy de acuerdo con ella.


Pero siempre uno puede recuperarse.


Ella sabe jugar.


Se pone su sweater verde de cuello alto y se levanta cada mañana a buscar un tapete.


A mí me encantaría acompañarla, pero ella tiene otro compañero de juego, y a veces la distancia se toma represalias.


Otras veces, como todos, ella no tiene ni putas ganas de jugar. Y ese día no habrá mesa. Aunque le pidas por favor que se siente mientras se baraja.


Los dados de Dios están cargados.


El Geómetra implacable siempre saca lo que quiere.


Ella discute las apuestas.


Sabe jugar fuerte. Y aunque tenga malas chances, ella llega hasta el final, apurando sus fichas, incluso por alguno que se cree el único pero ni siquiera es uno de ellos.


Ella quiere obtener un montón de cosas cuando juega. Cosas que sólo pueden comprarse con las fichas del casino de Dios.


Una sonrisa, una caricia de madrugada, una sopa de gambas, un hijo, la ansiada paz.


Y quiere morder al mundo, arrancarle a jirones lo que desea.


Porque alguna vez se subió a las faldas del dolor para darle una paliza, y devolverle lo que el maldito dolor le ha quitado.


Ella no cree que cada hombre que pasa sin detenerse es una historia de amor que no se concretará nunca.


Ella descree de las palabras de amor, porque elige los hechos de amor.


Ella le hace el amor a su silencio. Y yo quiero hacerle el amor a ella, saliendo de esta atmósfera rígida e insolvente. Enseñarle partes de su cuerpo que ya ha olvidado, y conseguir que vibre de una buena vez, para que yo vibre a la par.


Ella juega con los cascados dados de Dios.


Ella mantiene su esperanza intacta guardada en un cajón con telarañas.


Se toma un helado con el deseo, y se come hasta el barquillo.


A mí me encantaría mirarla dormir y sonreir como nunca.


Ella juega a los dados, con los dados agrietados de lo que ellos llaman Dios.


Y no sabe.


No sabe que hizo su mejor apuesta.


Ella apostó por mí.


Es una apuesta a futuro.


Tal vez sea una apuesta que nunca se cobre.


Pero yo, a pesar de todo, quiero que gane.

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