martes, 26 de mayo de 2009

Otro yo - Benedetti

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones
se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía
ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz,
roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en
todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se
enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se
emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le
preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse
imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo
era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser
tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó
los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y
encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el
muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba
con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no
supo que hacer, pero después se rehizo e insultó
concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a
la mañama siguiente se habia suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe
para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora
sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo
reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la
calle con el proposito de lucir su nueva y completa
vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus
amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente
estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron
junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de
males, el muchacho alcanzó a escuchar que
comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan
fuerte y saludable».

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al
mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo
que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo
sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía
se la había llevado el Otro Yo.

Mario Benedetti

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