martes, 18 de diciembre de 2018

tabú - Enrique Anderson Imbert

El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
—¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
—¿Zangolotino? —pregunta Fabián azorado.
Y muere.

Alberto García-Teresa

Huyendo


Salió de la ciudad de madrugada, dejando tras de sí familia, amigos y una prometedora carrera como trititero ambulante. Montó su caballo enloquecidamente, día y noche, bajo el sol o la lluvia. Cabalgó y cabalgó hasta abandonarlo exhausto y, aún así, continuó cabalgando. Cuando llegó al fin del mundo, resopló, echó la vista atrás y comprobó horrorizado que, después de todo, su sombra aún le seguía.






Posguerra 

Cuidaba al cuco del reloj del salón con mimo. Escamoteaba el mejor alpiste para él, le llevaba agua fresca de la fuente y limpiaba su cajita con esmero y dedicación. Sin embargo, el hambre acuciaba, y un día no tuvo más remedio que echarlo a hervir al puchero.

La herencia - Leon Tolstoi

Un hombre tenía dos hijos.
—Cuando muera, lo partiréis todo a medias —les dijo en una ocasión.
El padre se murió y los hijos comenzaron a discutir sobre la herencia.
Finalmente, le pidieron a un vecino que les aconsejara, y este les preguntó:
—¿Cómo dijo vuestro padre que dividierais la herencia?
Los hermanos contestaron:
—Nos recomendó que la partiéramos a medias.
—Entonces —dijo el vecino—, cortad en dos los trajes, romped la vajilla por la mitad, y partid en dos cada cabeza de ganado.
Los hermanos siguieron el consejo del vecino y se quedaron sin nada.

Sueño triangular Fernando Pessoa

La luz se había tornado de un amarillo exageradamente lento, de un amarillo sucio de lividez. Habían crecido los intervalos entre las cosas, y los sonidos, mas espaciados de una manera nueva, se producían inconexamente. Cuando se oían, terminaban de repente, como cortados. El calor, que parecía haber aumentado, parecía estar, siendo calor, frío. Por la leve rendija de las contraventanas se veía la actitud de exagerada expectativa del único árbol visible. El silencio le había entrado con el color. En la atmósfera se habían cerrado pétalos. Y en la propia composición del espacio una interrelación diferente de algo como planos había alterado y roto el modo como los sueños, las luces y los colores usan la extensión.

Desiste - Franz Kafka

Todavía era muy temprano, las calles estaban limpias y vacías; yo iba hacia la estación. Al comparar el reloj de una torre con el mío, vi que era mucho más tarde de lo que pensaba, no tenía tiempo que perder.
El susto provocado por este descubrimiento me hizo dudar del camino, todavía no estaba muy a gusto en esta ciudad. Felizmente había un policía por allí cerca, corrí hacia él y le pregunté, ahogado, por el camino. Él sonrió y dijo:
—¿Y es a mí al que vienes a preguntar por el camino?
—Sí —respondí yo—, porque no soy capaz de encontrarlo solo.
—Desiste, desiste —dijo él y giró sobre sí mismo con un movimiento largo y brusco, como el que realizan las personas que desean quedarse a solas con su sonrisa.

Un timo - Antón Chéjov





En la vieja Inglaterra, los delincuentes condenados a muerte gozaban del derecho a vender en vida sus cadáveres a los anatomistas y fisiólogos. El dinero obtenido de esta forma lo legaban a sus familias o se lo bebían. Uno de ellos, preso por un crimen horrible, llamó a la cárcel a un médico y, tras regatear hasta el hartazgo, le vendió su propio cuerpo por dos guineas. Pero al recibir el dinero, de pronto, empezó a reírse a carcajadas.
—¿De qué se ríe? —se asombró el médico.
—¡Usted me compró el cuerpo creyendo que yo iba a ser colgado —dijo el delincuente sin parar de reír—, pero yo lo timé! ¡Voy a ser quemado!

El francotirador Antonio Macchia

El relato ganador: "El francotirador"
Todos los días, mientras esperaba el ómnibus, un niño me apuntaba desde un balcón con el dedo, y gatillaba como un rito su arma imaginaria, gritándome “¡bang, bang!”. Un día, solo por seguirle el rutinario juego, también yo le apunté con mi dedo, gritándole “¡bang, bang!”. El niño cayó a la calle como fulminado. Salí corriendo hacia él, y vi que entreabría sus ojitos y me miraba aturdido. Desesperado le dije “pero yo solo repetí lo mismo que tú me hacías a mí”. Entonces me respondió compungido: “sí señor, pero yo no tiraba a matar”

El suicidio de Dios - Antonio Cebrián

Harto de vagar solo durante una eternidad, Dios decidió quitarse la vida.
—¡Hágase la nada absoluta! —gritó.
Pero la orden no pudo cumplirse. A medida que menguaba su infinita magnitud camino de la desaparición, el poder de su mandato también lo hacía y el proceso se detuvo en el punto medio.
—¡Hágase la nada absoluta! —gritó de nuevo.
Y volvió a reducirse a la mitad.
Dio la orden una y otra vez y fue mermando por mitades hasta hacerse infinitamente pequeño.
Cuando alcanzó un tamaño tan diminuto que rebasó lo tolerable para el propio concepto de “existencia”, un último pensamiento cruzó por su mente en el instante mismo de la desaparición y toda la energía que aún quedaba en su interior quedó abandonada a su suerte en un punto indefinido en medio de la nada.
Había comenzado el Big Bang.

Adolfo Bioy Casares (mini)


La cocinera

La cocinera dijo que no se casó porque no tuvo tiempo. Cuando era joven trabajaba con una familia que le permitía salir dos horas cada quince días. Esas dos horas las empleaba en ir en el tranvía 38, hasta la casa de unos parientes, a ver si habían llegado cartas de España, y volver en el tranvía 38.


La salvación


Ésta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. "¿Cómo un ser tan ínfimo" —sin duda estaba pensando el tirano— "es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?" Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría.
—Por humildes que sean —dijo indicando al pájaro— hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros.

Desconfianza (Alejandra Pizarnik)



Desconfianza


Mamá nos hablaba de un blanco bosque de Rusia...
—Y hacíamos hombrecitos de nieve y les poníamos sombreros que robábamos al bisabuelo...
Yo la miraba con desconfianza. ¿Qué era la nieve? ¿Para qué hacían hombrecitos? Y ante todo, ¿qué significaba un bisabuelo?

Arthur Conan Doyle

Estoy arrellanado en el sillón junto a la chimenea en que crepita el fuego. Tengo la copa de coñac en la mano derecha. Con la mano izquierda, caída descuidadamente, acaricio la cabeza de mi perro... hasta que descubro que no tengo perro.