Las astucias de doña Frozina
-También, con ese dinero esmirriado…
Eso es lo que la viuda doña Frozina dice del montepío. Pero da para comprar Leche de Rosas y tomar verdaderos baños con el líquido lechoso. Dicen que su piel es espectacular. Usa desde joven el mismo producto y tiene olor de madre.
Es muy católica y vive en las iglesias. Todo eso oliendo a Leche de Rosas. Como una niña. Quedó viuda a los veintinueve años. Y desde entonces, nada de hombres. Viuda a la moda antigua. Severa. Sin escote y siempre con mangas largas.
Es muy católica y vive en las iglesias. Todo eso oliendo a Leche de Rosas. Como una niña. Quedó viuda a los veintinueve años. Y desde entonces, nada de hombres. Viuda a la moda antigua. Severa. Sin escote y siempre con mangas largas.
-Doña Frozina, ¿cómo pudo arreglárselas sin un hombre? -me gustaría preguntarle.
La respuesta sería:
-Astucias, hija mía, astucias.
Dicen de ella: mucha gente joven no tiene su espíritu. Está en casa desde los setenta, la excelentísima señora doña Frozina. Es buena suegra y óptima abuela. Fue buena paridera. Y continuó fructificando. A mí me gustaría tener una conversación seria con doña Frozina.
-Doña Frozina, ¿usted tiene algo que ver con doña Flor y sus tres maridos?
-¡Qué dice, amiga mía, qué pecado! Soy viuda virgen, hija mía.
Su marido se llamaba Epaminondas, y de apellido, Mozo.
Oiga, doña Frozina, hay nombres peores que el suyo. Conozco a una que se llama Flor de Lis, y como encontraron malo el nombre, le dieron un apellido peor: Minhora. Casi Manías. ¿Y aquellos padres que llamaron a sus hijos Brasil, Argentina, Colombia, Bélgica y Francia? Por lo menos, usted escapó de ser un país. La señora y sus astucias. «Se gana poco -dice-, pero es divertido.»
¿Divertido? ¿Entonces no conoce el dolor? ¿Fue evitando el dolor, por la vida? Sí, señora, con mis astucias lo fui evitando.
Doña Frozina no bebe Coca-cola. Le parece demasiado moderno.
-¡Pero todo el mundo la bebe!
-¡Por Dios! Parece insecticida para cucarachas, Dios me libre y me guarde.
Pero si le encuentra gusto a insecticida es porque ya la probó.
Doña Frozina usa el nombre de Dios más de lo que debiera. No se debe usar el nombre de Dios en vano. Pero con ella no va, esa ley.
Y ella se agarra a los santos. Los santos ya están hartos de ella, de tanto que abusa. De «Nuestra Señora» ni hablar; la madre de Jesús no tiene sosiego. Y, como viene del Norte, vive diciendo: «¡Virgen María!» a cada espanto. Y son muchos sus espantos de viuda ingenua.
Doña Frozina rezaba todas las noches. Hacía una oración para cada santo. Pero entonces ocurrió el desastre: se durmió en el medio.
-Doña Frozina, ¡qué horrible, dormirse en medio del rezo y dejar a los santos esperando!
Ella contestó con un gesto de la mano de despreocupación:
-Ah, hija, que cada uno coja el suyo.
Tuvo un sueño muy raro: soñó que veía al Cristo del Corcovado (¿dónde estaban los brazos abiertos?; estaban bien cruzados) y el Cristo estaba fastidiado, como si dijera: ustedes arréglense, yo estoy harto. Era un pecado, ese sueño.
Doña Frozina, llena de astucias. Quédese con su Leche de Rosas, «Io me ne vado». (¿Es así como se dice en italiano cuando alguien se quiere ir?)
Doña Frozina, excelentísima señora, quien está harta de usted soy yo. Adiós, pues. Me dormí en medio del rezo.
P.S. Busque en el diccionario lo que quiere decir manigancas. Pero le adelanto el trabajo.
MANIGANÇA: prestidigitación, maniobra misteriosa, artes de impostura. (Del Pequeño Diccionario Brasileño de la Lengua portuguesa.)
Un detalle antes de acabar:
Doña Frozina, cuando era pequeña, allá, en Sergipe, comía agachada detrás de la puerta de la cocina. No se sabe por qué.
FIN
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